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Hablemos del TDAH
Diariamente atendemos en la consulta a padres que acuden alarmados por el comportamiento de sus hijos. Vienen muchas veces esperando que confirmemos el diagnóstico que ya tienen en mente a partir del comentario que alguien les ha hecho llegar, o algún artículo que han leído en algún medio de comunicación. La pregunta siempre es la misma: creo que mi hijo tiene TDAH. ¿Usted qué piensa?
No deja de sorprenderme la frecuencia con la que me encuentro en esta situación, especialmente en niños muy pequeños, de apenas dos años. Los padres desean haber encontrado en el TDAH la explicación al comportamiento inusualmente excitado de su pequeño y buscan la confirmación de un profesional. Me parece absolutamente comprensible, necesitan oír que efectivamente es eso lo que ocurre a su hijo, y que existe además una solución sencilla y eficaz para su problema. Cuando hay un sufrimiento tan perturbador, sostenido durante tanto tiempo que sume a los padres en unos sentimientos de preocupación e impotencia mayúsculos, dar con un diagnóstico, por más doloroso que sea, siempre es tranquilizador.
Pero, cómo decirles que no todo es tan sencillo, sino todo lo contrario. A mi entender, la divulgación masiva de los criterios diagnósticos del DSMV para el TDAH y su asunción de manera acrítica de esos criterios por parte de nuestras autoridades sanitarias, que los han incluido en sus protocolos de detección en la atención primaria, está generando un verdadero estado de alarma en nuestro país.
El manejo y la divulgación de esos criterios cuando no se realiza por un profesional debidamente entrenado en la evaluación de los trastornos infantiles, que tenga, además, la capacidad de realizar un diagnóstico integral del niño atendiendo a los factores biológicos, psicológicos y sociales, está provocando un sobrediagnóstico que sólo contribuye a generar confusión y a proveer un caldo de cultivo favorable a las terapias farmacológicas.
Porque no todos los niños inquietos padecen síndrome de TDAH ni muchísimo menos, ni todos los que cumplen todos sus criterios diagnósticos padecen enfermedad alguna.
Porque, ¿es el TDAH una enfermedad? A mi juicio y al de muchos profesionales de la salud mental, el TDAH es como mucho, un síndrome o conjunto de síntomas sin categoría nosológica de enfermedad. El TDAH nos da información sobre un estado ansiedad generalizada del pequeño. Asumir una visión reduccionista del problema, que atribuye su origen exclusivamente a razones biológicas, sin rigor científico alguno, y que centra su tratamiento exclusivamente en el síntoma y en la administración de fármacos, me parece renunciar a nuestra capacidad de pensar y de tratar de comprender de manera integral a nuestros pequeños.
En la consulta debemos prestar atención a todos los aspectos que se están poniendo de manifiesto con todos los síntomas que el niño o la niña está expresando, tratando de entender QUÉ es lo que está ocurriendo en su mundo interno para que le haga expresarse de esa manera, porque el niño pone en forma de movimiento aquello que no puede poner en palabras.
En mi modesta opinión, si entendemos su comportamiento como una manera de expresar lo que le ocurre y somos capaces de contenerlo y darle un espacio para la expresión y la comprensión de la conflictiva, estaremos más cerca de comprender aquello que le ocurre y por tanto, de encontrar, en permanente alianza terapéutica con los padres, las estrategias que modifiquen las causas que lo están provocando y por tanto, reducir su sufrimiento.
Es sin duda, un camino más largo, que requiere una mayor implicación de la familia en el tratamiento y en la búsqueda de soluciones, pero sin duda, es un camino más eficaz a largo plazo y más seguro para con la salud de nuestros hijos.